El viaje que cambió mi mirada a la vida

El año pasado estuve enferma durante 7 meses, con una intoxicación, que ningún estudio descubría de dónde provenía, mi piel caía a pedazos y mi pelo también. Pasé varias semanas con vómitos, fiebre, mi cuerpo estaba lleno de manchas, cada día perdía peso, sin saber que tenía, y pensando en lo peor, me sentí morir. Ese día me pregunté qué era lo que realmente pasaba dentro de mí, por qué estaba expulsando todo esto. Pensé en todas las cosas que me había propuesto y no las hice, en todas las excusas, la procrastinación, en el hacer para otros y olvidarme de mí. Ese día me senté a escribir para sincerarme conmigo. Y después de romper en llanto, tomé una decisión: ¡Debo viajar y así lo haré!

Al otro día desperté y hablé con mi mejor amiga, le propuse venir a casa y plantar nuestras intenciones, era día de Luna nueva, confieso que creo mucho en el universo. Ella quería irse pero no coincidían nuestros destinos. Siempre está el obstáculo de lo económico, el miedo a viajar sola y no quería impedimentos. Para no llenarme de excusas como siempre y cada vez que me propongo algo, me dije: vas a utilizar todos tus recursos y no vas a desistir. Comencé a buscar residencias de arte, convocatorias, concursos etc. Hasta que encontré “Residencia de Arte en India”. Me presenté en varias convocatorias, pero toda mi energía estaba puesta en India, era el país de mis sueños y si tenía que salir de mi zona de confort, este era el lugar al que deseaba ir.

“Quedaste seleccionada” decía entre tantas otras cosas el email, que recibí. Debo confesar que no sé  inglés, traducía en Google, mientras leía cada detalle a tener en cuenta si decidía aceptar la selección. Tuve miedo por momentos, el email hablaba de los modos de vida en India y me sorprendía. Mi occidentalismo no me permitía pensar que digan cómo debo vestir, pero si era una regla, estaba dispuesta a absorber toda su cultura. ¡Me voy a India! No puedo estar más feliz, el universo está a mi favor y es tan mágico.

Mi primer viaje sola y al extranjero

Este fue mi primer viaje fuera de Argentina, sola y al otro lado del mundo. Llena de miedo, escuché a cada viajero y todas las precauciones que debía tomar en cada aeropuerto, desde que bajaba del avión, el fastidio de los controles y todo lo que debía y no hacer. Nunca había subido a un avión, hable con gente que temerosa como yo lo hizo también por primera vez. Mi temor a volar no podía ser un problema, ya que esta era la única forma de trasladarme. Fui precavida para algunas situaciones y bastante porosa para otras. Por lo general soy muy decidida, creo que la vida sin riesgos no tiene sentido, en este caso tenía miedo pero no me paralizo la idea de ir a India, después de todo era el viaje que soñé desde siempre.

Entendí que nos mueve el deseo. Emprendí mi viaje. Puse en la valija todas mis dudas y las cosas que daban vueltas en mi mente. No le pediría nada al tiempo, esta experiencia de búsqueda es a la vez una forma de libertad.

Crucé el océano, nos anunciaron cuando esto estaba sucediendo, y una ebullición de emociones me dijo: ¡Hey, lo hiciste! Llegué a Madrid a las 4:36am, mi vuelo tenía conexión desde Madrid-India. Era la primera vez que mis pies tocaban territorio extranjero, la gente habla en mi mismo idioma y no están siendo tan amables. Tal vez estoy pidiendo demasiada atención y ellos no están aquí para cuidarme.Por momentos las fronteras de mi cuerpo se disolvieron con absoluta facilidad, tal vez ningún lugar sea extraño para mí, es increíble la capacidad de adaptación que puede tener un ser humano.

Yo en India

Cuando puse mis pies en territorio Hindi sentí la paz. En el aeropuerto sonaba música suave, jardines zen en lo laterales, esculturas de mudras y elefantes. Estaba en India, llegué al país que tanto deseaba conocer. Senti mi piel vibrar, me invadía la emoción, no creía en un mundo que gira con miedo, lo temido estaba ocurriendo.

Mi primera día en India, lloré durante toda la noche, todo lo que deseaba era volver a casa. Había pasado demasiadas horas en un tren, sintiendo olores que no soportaba, ruidos, la intensidad de la que me hablaron, no la entendía. No entendía sus modos de vivir, la desigualdad social a flor de piel, sus miradas, la falta de higiene. Era demasiado para tan pocas horas en esa tierra que tanto deseé conocer. No comí durante dos días. Dije que no hablaba inglés, por lo tanto no sabia como comunicarme, no quería tampoco, soy terca y caprichosa y no quería hacerlo, solo quería volver a casa. Ese día dormí una larga siesta y cuando desperté, en la puerta de mi cuarto, alguien esperaba que a que me levantara  para ver si ya me sentía bien. Estaban todos preocupados por mí, buscando la forma de hacerme sentir mejor. Porque mientras esté en su tierra debía ser feliz.

Me sorprendió su calidad humana, sin tener nada, ellos estaban dándome todo, su predisposición, su sensibilidad y calidez. India es intensa, una intensidad que trasciende, caótica todo el tiempo, tiene una energía potente que llega a lo más profundo de tu ser aunque no quieras. Desde ese día mis caprichos se fueron de a poquito, para permitirme vivir la experiencia más increíble de mi vida.

Conviví durante un mes con nativos. Vivir un mes con gente local te permite ver el país sin máscaras y eso me interesa:, sus modos de vida, su educación, sus proyectos. Me gusta descubrir la enciclopedia de cada uno, todos tenemos contenidos diferentes y ese saber nos enriquece. A los turistas  siempre nos muestran lo bonito, lo que está preparado para visitar, sus monumentos, parte del patrimonio, lo que los identifica, los paseos históricos. No era lo que quería ver. Buscaba aprender y ellos estaban dispuestos a enseñarme otros modos de vivir y sentir.

Por momentos saturaba mis sentidos y perdía la razón, al ver monos en comunidad, gatos, vacas muy coquetas paseando por la ciudad, personas en bicicleta con grandes cargas, o trasladándose en una furgoneta en el techo porque no caben dentro. Las bocinas constantes como parte del escenario diario, el polvo, el calor, su olor. Definitivamente es una jungla urbana mágica, todos los días sorprende, eso la hace única. Su forma de comunicarse es con la mirada. La gente mira profundamente, curiosa, como intentando descubrir o analizando hasta el punto de hacerme sentir incómoda. Esa invasión de espacio donde no sabes descifrar si te admiran o estás haciendo algo malo, es lo que me desconcertaba, solo sé que ser famosa no era mi objetivo, ¡qué difícil es esa vida de celebrity! Esto desborda las capacidades de asimilación de un occidental.

India es magia pura. Con la llegada de la primavera me vi envuelta en colores, bailando, jugando, disfrutando Holi. ¡Ay, qué maravilla! se me eriza la piel solo con recordarlo. Siempre quise estar en ese festival, porque amo el color.Es el día en que la brecha de clases sociales tan marcada se borra. La desigualdad social, fue el golpe más duro que recibí, pero ver sus calles cubiertas de color y música, donde todos somos iguales es maravilloso.

Su estilo de vida está atravesado por la religión y la espiritualidad. Es difícil ser mujer en India, un país machista. Constantemente sentía una mezcla de amor y odio, por no saber convivir con sus modos de vidas.La mujer ocupa un lugar denigrante, sirve para fines reproductivos y domésticos.Me resultaba desgastante pensar en la falta de libertad. De a poco están logrando algunas conquistas, la energía femenina revolucionará al mundo y estas mujeres tienen poder.

¿En qué cambió mi mirada a la vida esta experiencia de viaje?

Es extraño, no lo sé. No sé si puedo identificarlos, es difícil describir los caminos internos por los que transito, es un proceso explosivo e inexplicable. Recorro lugares dentro y fuera de mí y descubro cómo esa parte de mí siente intensamente cada vez que me preguntan: ¿Cómo te fue?  ¿ Volverías a hacerlo? ¿No tuviste miedo? Dar respuestas al pasar, diciendo: “me fue bien”, queda mezquino. Volvería a hacerlo, sin duda, volvería a India,también. Que si tuve miedo de viajar a India y sola. Los miedos me invadieron, pero no me permití mantenerlos en el tiempo. Me sentía perdida en todos los lugares, pero no me mostraba insegura, contemplaba el espacio, conectaba con los que me rodeaban y no sentía miedo, el feedback es necesario. Las cosas funcionan de manera relajada y tranquila, eso enseña India.

Cambió mi forma de ver la vida, despojarme de lo material y enfocarme en lo esencial que es cultivar mi ser, vivir el presente, y saber que todo lo que necesitamos es comer, rezar y amar, sí así! como el libro.

Aprendí a cocinar de manera rústica, con piedras para moler y tirada en el piso, saborear cada plato, descubrir nuevos sabores y agradecer por tener para comer, porque esa tarea de pensar en qué cocinar, en algunas casas del mundo es un opción inexistente.

Comenzar a pensar en otros de un modo consciente, buscando maneras para ayudar, esto es algo que mantengo en mi mente todos los días. Aprendí otras formas de comunicar, empapandome de nuevos lenguajes. Tuve emociones fuertes, las sentí cada día en mi piel. Su bondad y humildad trascendió en mi ser, no sabía recibir ese dar sin más, con absoluto.desinterés. Dar sin pedir nada a cambio conmueve y amé India por esto, porque me enseñó a vivir sin máscaras, sin etiquetas, solo demostrando a diario su calidad y calidez humana.

Volví con la sensación de renovación, el aumento de fortaleza, con ganas de volver a India pero con más herramientas, para brindarles a ellos que tantas ganas tienen de aprender y su condición social no les permite. Estas realidades ajenas a los que no estoy acostumbrada y debí enfrentarme, me transformaron, me hacen sentir capaz de todo. Si hay algo que define a India es el contraste, su desorden organizado, su bullicio y su calma, la pobreza y su alegría.

Este país me enseñó a sentir que todo es posible con tan sólo proponérselo. Soñar a lo grande, cerrar los ojos, respirar profundamente y conectarme con lo que quiero que me suceda, y al abrir los ojos comenzar a moverme hasta conseguirlo.

Me tiemblan las manos al escribir, la sensación es rara ¿puede existir tanta mezcla de emociones reunidas en un cuerpo?

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